martes, 30 de noviembre de 2010

La muerte

La naturaleza es cíclica. Todo muere, al igual que todo nace.

Pero los humanos nos empeñamos en odiar a la muerte. Hemos magnificado tanto nuestra existencia, que no queremos pensar en el día en que muramos, a pesar de la inevitabilidad del hecho. Rehuimos del tema, y lo aparcamos con no pocas supersticiones.

Todo es finito. Los árboles mueren, los animales mueren, las estrellas mueren, los planetas mueren... En un universo que se supone infinito, todos sus elementos son finitos. Pero el ciclo natural impone que la muerte no sea inútil.

La fruta que, una vez madura, cae del árbol, muere y se pudre sobre la tierra, para proveer de elementos necesarios a la semilla para iniciar su ciclo de nacimiento.

Toda muerte contribuye al equilibrio natural de las cosas. Pero nos hemos aislado tanto de la naturaleza, que nuestra muerte no sólo nos impide volver a formar parte del ciclo natural (cremación, entierro en nichos), sino que además nos ha hecho crear una filosofía de vida que excluya el concepto.

Una vez leí una historia de un pequeño pueblo indígena que vivía de la tierra que le rodeaba. Esas tierras tan sólo podían generar productos para poder sostener a un poblado de 100 personas. De manera que cuando un niño nacía en el poblado, el más anciano de la tribu se retiraba al desierto a morir, para dar paso a esa nueva vida que supondría manos jovenes y fuertes para trabajar la tierra.

No me parece una historia cruel. Me parece que estos indígenas habían entendido el sentido de la vida mucho mejor que cualquiera de los habitantes de la sociedad consumista.

No había miedo a la muerte, porque la muerte generaba vida.

1 comentario:

  1. Hola crack a partir de hoy te seguiré y estarás enlazado a mi blog,un abrazo para ti y otro para la mosquetera.

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