lunes, 18 de julio de 2011

Rutina

Haces una lista de la compra, tras darte cuenta que se ha terminado la leche y los yogures.

Coges tu coche y te diriges a un supermercado. Vas mirando calle por calle del comercio, metiendo los artículos que necesitas (y algunos más que no están en la lista) en un carro.

Tienes variedad para elegir: Seis tipos de atún en conserva, varios tipos y marcas de arroz, distintos tamaños y precios de huevos, una calle completa de chacinas, otra de carnes perfectamente envasadas, frutas de todo tipo...

Luego vas a la caja, pasa tu tarjeta y te llevas la compra a casa. Y fue en el momento de estar en la caja, cuando me acordé de Sandra Maritza.

Sandra vive en San Ramón, un poblado de menos de 400 personas del departamento de Liure (municipio El Paraíso, en Honduras):
Mi familia trabaja unida: tíos, abuelos, padres… Se dedican a la siembre y el cultivo de maíz, frijoles, ayotes, ananás y maicillo. Esto nos sirve de alimentación en nuestros hogares” ...
nos contaba en una de sus cartas, en noviembre de 2008.

Para Sandra es una utopía que exista un lugar que SIEMPRE ESTÁ LLENO DE COMIDA, para que el que llegue con dinero la pueda coger y se la lleve (tras pagar). Ella y su familia viven en medio de una arboleda a muchos kilómetros de cualquier vestigio de supermercado o gran superficie. Sus padres y vecinos dependen de las cosechas para subsistir. Y cuando digo subsistir no me refiero a ganar dinero, sino a comer, ya que el sueldo de estos trabajadores no llega a las 900 lempiras (unos treinta euros).

Si el tiempo no les es propicio (épocas de fuertes lluvias e incluso huracanes, por ejemplo, el Mitch), no sólo no van a cobrar, sino que les va a faltar los cinco alimentos con los que subsisten.

Ahora mira a tu alrededor y piensa en esa comida que no te gusta, o vete al frigorífico y abre el cajón de los helados, o busca en el mueble de las galletas y dulces.

Vamos al supermercado y nos traemos MUCHO MÁS DE LO QUE REALMENTE NECESITA NUESTRO CUERPO, mientras Sandra va creciendo con importantes ausencias nutricionales,

Y aún así, tiene alegría suficiente para transmitir en cada carta y hacerte sentir importante, porque ayudas a su poblado con algo menos de lo que gana su padre en el mes.

Es cierto que el mundo está mal repartido, pero no es menos cierto que es muy fácil culpar a los gobiernos para lavar la conciencia y seguir con nuestra rutina.