miércoles, 14 de septiembre de 2011

Escuchar

Todos necesitamos de personas que nos quieran, nos escuchen y nos comprendan. El ser humano necesita compartir con otros sus conocimientos, experiencias y sentimientos. De esa forma podemos conectar con otras personas y enriquecernos mutuamente.

Pero hay personas que entienden esta necesidad como un ejercicio unilateral, como una obligación del otro hacia mí.

En una ocasión, mi amigo Rafa Hernández me contó una extraña experiencia que tuvo con otra persona a este respecto. Dicha persona estaba atravesando por un momento bajo de su vida y Rafa le dedicó una tarde a escuchar sus problemas (una de las características que más admiro de él). Al cabo del tiempo volvió a encontrarse con la persona en cuestión, la cual le agradeció los consejos que él le había dado en esa conversación.

- "El caso es que yo no hablé ese día. No dije nada" me comentaba Rafa.

Es decir, que esa predisposición a escuchar los problemas del otro sirvieron para que esa persona reflexionase en voz alta y encontrase un camino para seguir adelante. No hubo consejos, no hubo palabras, tan sólo intenciones solidarias.

Hoy día no tenemos tiempo para escuchar. Vivimos tan sumergidos en la vorágine de la rutina cotidiana y tan inundados de ruidos internos que no tenemos tiempo de escuchar.

Pero aún es más grave. No sólo no tenemos tiempo para escuchar, sino que exigimos a los demás que nos escuchen. Nos creemos que nuestros problemas son los más graves y actuamos con los demás despreciando los que ellos puedan tener, anteponiendo nuestra necesidad de ser escuchados a la actitud de escucharlos a ellos.

Y no nos damos cuenta que esta actitud de exigir escucha sin escuchar tiene varios efectos:
  1. No vemos soluciones: Tendemos a introducirnos tanto en los problemas que tenemos que no somos capaces de distanciarnos para intentar ver la solución. Esto provoca que tengamos la sensación de que las soluciones estén más lejanas de lo que realmente están.
  2. Saturamos a quien, como Rafa, nos dedica un tiempo de su vida a escucharnos: Podemos comentar un problema o un sentimiento a ése que nos escucha, para intentar sentirnos mejor o buscar consejo, pero cuando el contar una y otra vez el problema se convierte en rutina, el efecto inmediato es repeler a la persona que nos dedica su tiempo.
  3. Caemos en el victimismo: Cuando estamos sumergidos en el problema y repelemos a la gente que nos quiere escuchar con nuestra actitud, empezamos a buscar culpables de nuestra situación, minimizando nuestra participación en la creación del problema y sintiéndonos víctimas de todos los demás.
  4. Terminamos sólos y desesperados: Todo este camino conlleva a una soledad provocada por nosotros mismos (ya que pocos querrán estar a nuestro lado) y a la deseperación (perdemos la posibilidad de la ayuda del otro).
Al respecto, Rabindranath Tagore (poeta bengalí y premio nobel de literatura) escribió lo siguiente:

"Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas"

La ausencia de escucha nos lleva a encerrarnos en nuestros problemas, dando vueltas y vueltas a situaciones que quizás pudieran tener solución, si no nos empecinásemos en llorar por el sol. No entendemos que salir a respirar el aire, olvidar por un momento ese problema, puede ser el camino que nos lleve a una posible solución, que igual no es recuperar el sol, sino aprender a disfrutar de las estrellas. Y ese camino comienza por escuchar.

Alcoholicos anónimos tienen una oración que es toda una reflexión importante para la vida de cada uno de nosotros:

"Señor dame Serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, Valor para cambiar lo que sí puedo, y Sabiduria para distinguir la diferencia"
En esta máxima, el escuchar al otro nos puede ayudar a tener serenidad, valor y sabiduria. La experiencia del otro, saber como otra persona se enfrentó a sus problemas y buscó soluciones, oir situaciones similares a las nuestras, e incluso escuchar temas ajenos al problema que nos agobia pueden ser pasos en la senda de la solución.

Pero el primer paso es cambiar la actitud de exigir ser escuchado por la de escuchar. Nada se hará en tí sin ti.