viernes, 16 de diciembre de 2011

Solsticio

El ser humano es un animal social. Es por ello que desde tiempos inmemoriales ha celebrado acontecimientos en torno a los de su misma especie. En este mes en el que desarrollamos nuestra rutina, la práctica totalidad del mundo occidental e industrializado (y parte de otros países menos desarrollados) se prepara para celebrar la Navidad, una fiesta que muchas personas reivindican como rememoración del nacimiento de Jesús de Nazaret.

Obedeciendo a tal parámetro, muchos (entre los que me incluyo) hemos reclamado durante mucho tiempo que no se olvide el verdadero sentido de la fiesta, es decir, recordar la Natividad de Jesús (origen etimológico de la palabra Navidad) y su mensaje, viviendo más que nunca acordes con las palabras del Evangelio.

Sin embargo hay que reconocer que muchas personas no comparten esta fe, ni esta creencia, pero sí la celebración o el ambiente festivo. Es más, la propia festividad fue una operación de solapamiento realizado por la Iglesia en sus primeros siglos de existencia. Todavía más, ni siquiera se ha innovado en el llamado espíritu navideño mantenido tanto por los que celebramos a Cristo como por los que celebran esa Navidad actual de Santa Claus, luces y regalos.

Desde el origen de la sociedad humana, el hombre ha venerado la Naturaleza. Los primeros dioses regían los ciclos de cultivos, caza y fertilidad, y muchas de las tempranas adoraciones se realizaron sobre los astros que pueblan nuestro cielo: La Luna, las Estrellas y el Sol. De hecho, todos los calendarios conocidos se rigen por los ciclos lunares o solares. Y es el ciclo de intensidad del sol el que motiva que algunas civilizaciones celebrasen los días en que el astro empezaba a hacer crecer su radio de acción.

Todos hemos observado que a medida que el verano termina, el sol cada vez se pone antes en el horizonte, hasta que llegamos a un punto en el que se invierte el ciclo, y la luz del sol comienza a durar más en el cielo de nuestro hemisferio. Muchas culturas creían que el sol nació el 21 de diciembre, el día más corto del año, y que los días se hacían más largos a medida que dicho astro se hacía más viejo. En otras, sin embargo, se creía a la inversa, es decir, que el sol (siempre tratado como un dios) murió ese día, sólo para volver a nacer a otro ciclo. Este fenómeno del solsticio de invierno era el núcleo de una celebración céltica (unos mil años a.C.) que acontecía tres días después de dicho punto (21 de diciembre + 3 = 24 de diciembre) y en la que se conmemoraba la muerte y resurrección del astro rey, por ejemplo.

La sociedad romana tenía dos celebraciones en estas fechas: En la primera se honraba a Saturno, en una celebración que comenzaba el 17 de diciembre y duraba 7 días (hasta el 24, conocida como Saturnalia), durante la cual, los ciudadanos posponían negocios y enfrentamientos, hacían intercambio de regalos, y liberaban temporalmente a sus esclavos. La segunda era el festival del nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti), el cual se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre.  

Cuando la Iglesia comenzó a prosperar (después de haber sido oficializada por el emperador Constantino), instauró en estos días la celebración del Nacimiento del Mesías (año 350, papa Julio I), haciendo más fácil la conversión de los ciudadanos romanos a la nueva religión ya que se aprovechaba el ambiente festivo y de celebración existente, (de gran arraigo popular por otra parte).

Aztecas, Incas, Escandinavos, Germanos, Romanos, Celtas, Persas, Egipcios, Cristianos... todos han celebrado este acontecimiento, por lo que podríamos decir que el espíritu festivo de estas fechas viene marcado en el ADN del ser humano.

Es por ello que hoy quiero partir una lanza en favor de estas celebraciones. Más allá de mis propias creencias (me confieso profundamente cristiano e hijo de mi epoca), debo respetar y entender que los seres humanos celebren la renovación de todo lo bueno. Del mismo modo que el sol comienza a ampliar su margen de luz sobre todos nosotros. Y es positivo para todos el que en estas fechas exista alguna motivación para ello, independientemente de que nuestra excusa para ser mejor sea el Nacimiento de Jesús, la venida de Papa Noel (o Santa Claus), Hanukkah, Nochevieja o Año Nuevo.

De cualquier forma, es tiempo de romper la rutina y de celebrar, emulando el ejemplo de la naturaleza, comenzando un cambio a mejor (más luz, más lluvia, días más largos...). Es tiempo de escuchar esa llamada oculta grabada en nuestro interior y festejar. Es tiempo de ser felices, de estar alegres, de ofrecer nuestra mejor cara y nuestras mejores intenciones. Es tiempo de compartir, de solidarizar, pero también de reir, de cantar... de mostrar y desarrollar nuestra alegría en todas sus facetas. Todo nace, todo comienza de nuevo... es una nueva oportunidad para la Vida.

Por mi parte, sólo resta decir: ¡¡¡FELICES FIESTAS!!!