viernes, 19 de agosto de 2011

Humanidad

Cuando era pequeño me explicaron un símil en clase de Naturales (lo que hoy llaman Conocimiento del Medio) para aproximarnos a las edades geológicas de la Tierra: "Si el tiempo de existencia de la Tierra fuese equiparado a nuestro año natural, la existencia del hombre ocuparía el último segundo del último minuto del 31 de diciembre".

Quiere decir, que para nuestro planeta no somos sino una pequeña y molesta plaga pasajera. Cuando todos hablan del fin del mundo, la frase en sí es errónea ya que suele referirse al final de la humanidad, esa raza de seres que puebla y destruye el equilibrio natural de las cosas.

Películas como "2012" o todas las profecías del final de los tiempos, se reducen a la eliminación de la humanidad de la faz del planeta, el cual seguirá viviendo muchos siglos después que nosotros hayamos desaparecido y seamos polvo cósmico. Estamos de paso por el planeta, como lo estuvieron los dinosaurios hasta su extinción.

Este aspecto temporal que ocupa hoy mi mente también marca mi reflexión sobre la vida en otros planetas, ya que, si tenemos en cuenta que de toda la vida geológica de la Tierra, nosotros ocupamos una pequeñísima parcela, ¿Por qué la vida inteligente en otros sistemas ha de ser contemporánea a la Humanidad?

En un universo del que no conocemos fin, con miles de galaxias y sistemas solares, alguna vez me he planteado la posibilidad real de vida inteligente en otros planetas. Muchos lectores de ciencia ficción como yo se han hecho la misma pregunta y han imaginado las posibilidades de entrar en conexión con esa otra forma de vida. Incluso la NASA ha lanzado varias naves al espacio con contenidos de nuestra cultura y nuestra civilización, por si en ese viaje sin destino, la información pudiese llegar a otros seres inteligentes como nosotros. Carl Sagan (famoso por presentar y dirigir el programa televisivo COSMOS) fue uno de los pioneros del programa SETI, mediante el cual se teoriza y se trabaja con la posibilidad de recibir mensajes del espacio exterior por medio de señal de radio de banda estrecha.

Pero en estos planteamientos se nos escapa una variante importante... el tiempo, ya que teorizamos con la posibilidad de que las razas inteligentes que puedan poblar nuestro universo sean contemporáneas a nosotros.

Los cuerpos planetarios tienen una duración temporal, en base a su órbita en torno a una estrella. Quiere decir que nuestro planeta no siempre estuvo en condiciones de albergar vida, y que tardó millones de años en acoger vida inteligente.

Al igual que nuestra Tierra, en el resto de planetas es posible que pueda existir vida. Pero la posibilidad de que existan seres inteligentes en este momento en el universo se ve reducida, si tenemos en cuenta que los planetas no tienen porque reunir las condiciones propicias de vida en el mismo periodo de tiempo. De hecho, es posible que las condiciones de vida se hayan dado en otros planetas de lejanas galaxias cuando la Tierra se estaba formando, o se den cuando nuestro planeta termine destruido con la muerte del sol.

De hecho, aunque se diesen las condiciones para que coexistiesen simultaneamente dos razas de seres inteligentes, las distancias que existen entre galaxias hacen casi imposible el contacto entre entes de distintos planetas. Si tenemos en cuenta que un año luz es la distancia recorrida por la luz en un año, es decir, 9.460.000.000.000 kilómetros, y que de las galaxias más próximas nos separan varios millones de años luz, la tecnología para poder superar dicha distancia sobrepasa enormemente la vida de cualquier ser humano. El sueño de contactar con otros seres inteligentes se hace terriblemente lejano e imposible.

Otro asunto será cuando el hombre descubra alguna ley sobre la manipulación del tiempo o formas de recorrer esas distancias mediante atajos que obedezcan a leyes naturales o cósmicas que aún desconozcamos.

Mientras tanto, seguiremos centrados en nosotros mismos y en nuestros problemas cotidianos, esos que tanto nos agobian y que dentro de un siglo a nadie importarán.