viernes, 16 de diciembre de 2011

Solsticio

El ser humano es un animal social. Es por ello que desde tiempos inmemoriales ha celebrado acontecimientos en torno a los de su misma especie. En este mes en el que desarrollamos nuestra rutina, la práctica totalidad del mundo occidental e industrializado (y parte de otros países menos desarrollados) se prepara para celebrar la Navidad, una fiesta que muchas personas reivindican como rememoración del nacimiento de Jesús de Nazaret.

Obedeciendo a tal parámetro, muchos (entre los que me incluyo) hemos reclamado durante mucho tiempo que no se olvide el verdadero sentido de la fiesta, es decir, recordar la Natividad de Jesús (origen etimológico de la palabra Navidad) y su mensaje, viviendo más que nunca acordes con las palabras del Evangelio.

Sin embargo hay que reconocer que muchas personas no comparten esta fe, ni esta creencia, pero sí la celebración o el ambiente festivo. Es más, la propia festividad fue una operación de solapamiento realizado por la Iglesia en sus primeros siglos de existencia. Todavía más, ni siquiera se ha innovado en el llamado espíritu navideño mantenido tanto por los que celebramos a Cristo como por los que celebran esa Navidad actual de Santa Claus, luces y regalos.

Desde el origen de la sociedad humana, el hombre ha venerado la Naturaleza. Los primeros dioses regían los ciclos de cultivos, caza y fertilidad, y muchas de las tempranas adoraciones se realizaron sobre los astros que pueblan nuestro cielo: La Luna, las Estrellas y el Sol. De hecho, todos los calendarios conocidos se rigen por los ciclos lunares o solares. Y es el ciclo de intensidad del sol el que motiva que algunas civilizaciones celebrasen los días en que el astro empezaba a hacer crecer su radio de acción.

Todos hemos observado que a medida que el verano termina, el sol cada vez se pone antes en el horizonte, hasta que llegamos a un punto en el que se invierte el ciclo, y la luz del sol comienza a durar más en el cielo de nuestro hemisferio. Muchas culturas creían que el sol nació el 21 de diciembre, el día más corto del año, y que los días se hacían más largos a medida que dicho astro se hacía más viejo. En otras, sin embargo, se creía a la inversa, es decir, que el sol (siempre tratado como un dios) murió ese día, sólo para volver a nacer a otro ciclo. Este fenómeno del solsticio de invierno era el núcleo de una celebración céltica (unos mil años a.C.) que acontecía tres días después de dicho punto (21 de diciembre + 3 = 24 de diciembre) y en la que se conmemoraba la muerte y resurrección del astro rey, por ejemplo.

La sociedad romana tenía dos celebraciones en estas fechas: En la primera se honraba a Saturno, en una celebración que comenzaba el 17 de diciembre y duraba 7 días (hasta el 24, conocida como Saturnalia), durante la cual, los ciudadanos posponían negocios y enfrentamientos, hacían intercambio de regalos, y liberaban temporalmente a sus esclavos. La segunda era el festival del nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti), el cual se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre.  

Cuando la Iglesia comenzó a prosperar (después de haber sido oficializada por el emperador Constantino), instauró en estos días la celebración del Nacimiento del Mesías (año 350, papa Julio I), haciendo más fácil la conversión de los ciudadanos romanos a la nueva religión ya que se aprovechaba el ambiente festivo y de celebración existente, (de gran arraigo popular por otra parte).

Aztecas, Incas, Escandinavos, Germanos, Romanos, Celtas, Persas, Egipcios, Cristianos... todos han celebrado este acontecimiento, por lo que podríamos decir que el espíritu festivo de estas fechas viene marcado en el ADN del ser humano.

Es por ello que hoy quiero partir una lanza en favor de estas celebraciones. Más allá de mis propias creencias (me confieso profundamente cristiano e hijo de mi epoca), debo respetar y entender que los seres humanos celebren la renovación de todo lo bueno. Del mismo modo que el sol comienza a ampliar su margen de luz sobre todos nosotros. Y es positivo para todos el que en estas fechas exista alguna motivación para ello, independientemente de que nuestra excusa para ser mejor sea el Nacimiento de Jesús, la venida de Papa Noel (o Santa Claus), Hanukkah, Nochevieja o Año Nuevo.

De cualquier forma, es tiempo de romper la rutina y de celebrar, emulando el ejemplo de la naturaleza, comenzando un cambio a mejor (más luz, más lluvia, días más largos...). Es tiempo de escuchar esa llamada oculta grabada en nuestro interior y festejar. Es tiempo de ser felices, de estar alegres, de ofrecer nuestra mejor cara y nuestras mejores intenciones. Es tiempo de compartir, de solidarizar, pero también de reir, de cantar... de mostrar y desarrollar nuestra alegría en todas sus facetas. Todo nace, todo comienza de nuevo... es una nueva oportunidad para la Vida.

Por mi parte, sólo resta decir: ¡¡¡FELICES FIESTAS!!!


viernes, 11 de noviembre de 2011

Numerología

La luna, origen de los primeros calendarios
Hoy es 11 de noviembre de 2011, es decir, el 11-11-11. Para muchos hoy es un día especial debido a esta secuencia numérica, de forma que hay quienes han elegido esta fecha para casarse, para comprar más lotería o cupones "por si toca", etc.

La numerología se nutre de una forma muy peculiar de la superstición de las personas. Atendiendo a esta premisa, estudiosos de todas las épocas han predicho el fin de nuestros días o han vaticinado grandes desgracias en base a los números.

Es especialmente llamativo el hecho de que cada cambio de siglo ha predispuesto al hombre occidental a estar alerta ante un posible fin de todo. Tanto el año 1000 como el año 2000 fueron demonizados por significar un cambio importante en la secuencia numérica natural, haciendo depender de tal orden a fuerzas naturales que suelen regirse por pautas geológicas y/o astronómicas desvinculadas de tales cálculos.

Y toda esta reflexión viene a cuento porque, este famoso y esperado 11 del 11 del 11, tan solo tiene valor para los seres humanos que se rigen por un calendario gregoriano, es decir, el calendario que se estableció en 1582 bajo el papado de Gregorio XII (de ahí su nombre) y que obedece a una ordenación del tiempo en base a la celebración de la Pascua cristiana (es decir, semanas de 7 días, duración de los días y establecimiento de los años regulares y bisiestos). Este calendario nos da la lectura de día y mes actual, mientras que la contabilidad del año la inició Dionisio el Exíguo, un matemático y monje rumano, que tras varios años de estudios de la Biblia y otros documentos históricos, estableció el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre del año 753 de la fundación de Roma, tomándose este como Anno Domini (Año 1 del Señor).

Esta explicación me lleva a la pregunta ¿Y cómo cuentan el tiempo los No Cristianos?

Como ya se ha visto, la civilización romana contaba sus años a partir de la fundación de su eterna ciudad, pero antes de Jesús, su propio pueblo (el judío) contaba los años a partir de la Génesis del mundo (establecida ésta el 7 de octubre del 3761 a.C., 1 del mes de Tishrei del año 1), por lo que, según el actual calendario hebreo, estamos viviendo en el año 5772. A ésto hay que sumar que sus meses son de 29 o 30 días, por lo que la fecha hebráica de hoy es 8 del mes de Jeshván, es decir, el 8 del 2 del 5772... Nada que ver con la mágica cifra cristiana.

Y aún hay más. Para dos porcentajes importantes de la población mundial, como son la musulmana y la china, las cifras vuelven a cambiar.  Para los últimos, su calendario arranca en el 2697 a.C., por lo que su año actual es el 4708, concurriendo hoy el día 15 del noveno mes (15-9-4708, aunque hay que puntualizar que para cuestiones civiles se rigen por el calendario gregoriano), mientras que para los primeros hoy, en el calendario de la Hégira, es de 1432, estando ahora en el día 15 del mes Thul-Hijjah (15-12-1432).

Sabiendo estos datos cronológicos, creo que queda demostrado como inverosímil que las fechas del calendario puedan deparar catástrofes comunes a la humanidad. Estas catástrofes tendrán que venir como consecuencia de nuestras acciones o como natural devenir de las fuerzas de la naturaleza, pero nunca por cumplir con un estipulado proceso numérico, nacido del cálculo de concepciones religiosas de las distintas razas humanas.

martes, 11 de octubre de 2011

Diálogo

El diálogo nos ayuda a caminar
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción un DIÁLOGO es una plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.
Y es curioso como, en estos tiempos que vivimos, las personas de las sociedades industrializadas claman por que las escuchen, sin pararse a escuchar. Todos quieren hablar, todos quieren contar sus ideas, sus problemas, sus necesidades... pero pocos son los que se paran a escuchar las ideas, problemas o necesidades del otro.

Esta reflexión viene al hilo de una experiencia personal que tuve hace un año y que todavía colea (según he podido saber esta mañana).

Un amigo de mi mujer le envió un correo con un artículo del periódico El País que contenía las críticas del teólogo Hans Küng hacia Benedicto XVI. Ambos contestamos al correo del enlace de la noticia comentando nuestro parecer, que era, ni más ni menos, que en el artículo tan sólo se reflejaba lo que (al parecer de Küng) no había hecho Benedicto ni la Iglesia, obviando lo que sí realizaba. Yo fui un paso más allá y realicé una crítica, rebatiendo cada punto del artículo del teólogo en los que pensaba que manejaba datos o pricipios erróneos. En definitiva, estuvimos expresando lo que pensamos sobre los textos de Küng en esa ocasión.

Sin embargo, la respuesta que encontramos de este amigo fue asombrosa, ya que, lejos de entablar un diálogo (tal y como lo plantea la Real Academia), contestando e intentado discutir nuestros argumentos, prefirió pasar al ataque, y con ataque me refiero a los insultos que utilizó para desprestigiarme, llamándome intransigente, comparándome con grupos ultras o tildando mi reflexión de "estrategia cobardica". Es decir, que sin establecer la segunda parte del diálogo (que hubiese sido el expresar sus ideas o intentar hablar sobre cual de las partes de nuestro correo era errónea según su forma de pensar), pasó directamente a etiquetarnos. Se sintió insultado porque debatí y expresé mi opinión sobre lo que un tercero pensaba.

Siempre he defendido a las personas por encima de las ideas. Una idea nunca vale la sangre de nadie. Si para defender una idea, hemos de dañar a otros, esa idea no merece la pena ser defendida.

Pero este mismo sentimiento me conduce a la escucha. Me gusta escuchar a las personas, ya que las experiencias de otros siempre me llevan a conocer aspectos de la vida y de la humanidad que quizás no me haya parado a reflexionar, o simplemente no haya conocido.

El diálogo es la herramienta por la cual crecemos como personas en todas las facetas de nuestra vida. Aprendo actitudes y formas de pensar de las personas más dispares. En cuarenta y cuatro años de vida, he recibido lecciones de vida y humanidad de personas de otros lugares del mundo, de personas de otras confesiones religiosas y de personas de ideologías políticas distintas a las mías. Incluso algunos de estas personas han pasado a ser amigos personales con los que comparto mucho de mi tiempo. Y no solo por sentirme escuchado, sino por lo que aportan a mi vida con sus actitudes, opiniones e ideas.

Pero es imposible dialogar con quien no quiere escuchar. Es muy difícil saber si estoy equivocado y aprender a enmendar mis errores, si cuando expreso mis ideas, el otro prefiere insultar a mostrar su forma de pensar. Como comentaba al principio, la plática con otra persona en la que alternativamente manifiestamos nuestras ideas o afectos es un ejercicio con el que disfruto, siempre sin "etiquetar" al otro desde mis prejuicios.

Sin embargo, cuando me encuentro con personas que prefieren insultar y etiquetarte, en lugar de dialogar, tiendo a mantener distancia entre esa persona y mi entorno, ya que creo que dificilmente va a aportar algo positivo a mi aprendizaje en la vida.

No soy perfecto, ni lo pretendo. Para mí la perfección no es una meta, sino un camino. Siempre tenemos algo que aprender y nunca llegamos al final, aunque algunas veces pensemos que es así y que nadie nos va a enseñar nada nuevo.

La experiencia de nuestros mayores es un patrimonio por explotar. El entusiasmo y la frescura de ideas de los jóvenes son valores que deben animarnos diariamente. La inocencia de los niños nos muestran caminos de sencillez a problemas que creemos complejos. De todos ellos aprendo, por eso intento escucharlos a todos.

Nadie tiene la Razón, pero juntos podemos llegar a encontrarla.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Escuchar

Todos necesitamos de personas que nos quieran, nos escuchen y nos comprendan. El ser humano necesita compartir con otros sus conocimientos, experiencias y sentimientos. De esa forma podemos conectar con otras personas y enriquecernos mutuamente.

Pero hay personas que entienden esta necesidad como un ejercicio unilateral, como una obligación del otro hacia mí.

En una ocasión, mi amigo Rafa Hernández me contó una extraña experiencia que tuvo con otra persona a este respecto. Dicha persona estaba atravesando por un momento bajo de su vida y Rafa le dedicó una tarde a escuchar sus problemas (una de las características que más admiro de él). Al cabo del tiempo volvió a encontrarse con la persona en cuestión, la cual le agradeció los consejos que él le había dado en esa conversación.

- "El caso es que yo no hablé ese día. No dije nada" me comentaba Rafa.

Es decir, que esa predisposición a escuchar los problemas del otro sirvieron para que esa persona reflexionase en voz alta y encontrase un camino para seguir adelante. No hubo consejos, no hubo palabras, tan sólo intenciones solidarias.

Hoy día no tenemos tiempo para escuchar. Vivimos tan sumergidos en la vorágine de la rutina cotidiana y tan inundados de ruidos internos que no tenemos tiempo de escuchar.

Pero aún es más grave. No sólo no tenemos tiempo para escuchar, sino que exigimos a los demás que nos escuchen. Nos creemos que nuestros problemas son los más graves y actuamos con los demás despreciando los que ellos puedan tener, anteponiendo nuestra necesidad de ser escuchados a la actitud de escucharlos a ellos.

Y no nos damos cuenta que esta actitud de exigir escucha sin escuchar tiene varios efectos:
  1. No vemos soluciones: Tendemos a introducirnos tanto en los problemas que tenemos que no somos capaces de distanciarnos para intentar ver la solución. Esto provoca que tengamos la sensación de que las soluciones estén más lejanas de lo que realmente están.
  2. Saturamos a quien, como Rafa, nos dedica un tiempo de su vida a escucharnos: Podemos comentar un problema o un sentimiento a ése que nos escucha, para intentar sentirnos mejor o buscar consejo, pero cuando el contar una y otra vez el problema se convierte en rutina, el efecto inmediato es repeler a la persona que nos dedica su tiempo.
  3. Caemos en el victimismo: Cuando estamos sumergidos en el problema y repelemos a la gente que nos quiere escuchar con nuestra actitud, empezamos a buscar culpables de nuestra situación, minimizando nuestra participación en la creación del problema y sintiéndonos víctimas de todos los demás.
  4. Terminamos sólos y desesperados: Todo este camino conlleva a una soledad provocada por nosotros mismos (ya que pocos querrán estar a nuestro lado) y a la deseperación (perdemos la posibilidad de la ayuda del otro).
Al respecto, Rabindranath Tagore (poeta bengalí y premio nobel de literatura) escribió lo siguiente:

"Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas"

La ausencia de escucha nos lleva a encerrarnos en nuestros problemas, dando vueltas y vueltas a situaciones que quizás pudieran tener solución, si no nos empecinásemos en llorar por el sol. No entendemos que salir a respirar el aire, olvidar por un momento ese problema, puede ser el camino que nos lleve a una posible solución, que igual no es recuperar el sol, sino aprender a disfrutar de las estrellas. Y ese camino comienza por escuchar.

Alcoholicos anónimos tienen una oración que es toda una reflexión importante para la vida de cada uno de nosotros:

"Señor dame Serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, Valor para cambiar lo que sí puedo, y Sabiduria para distinguir la diferencia"
En esta máxima, el escuchar al otro nos puede ayudar a tener serenidad, valor y sabiduria. La experiencia del otro, saber como otra persona se enfrentó a sus problemas y buscó soluciones, oir situaciones similares a las nuestras, e incluso escuchar temas ajenos al problema que nos agobia pueden ser pasos en la senda de la solución.

Pero el primer paso es cambiar la actitud de exigir ser escuchado por la de escuchar. Nada se hará en tí sin ti.

viernes, 19 de agosto de 2011

Humanidad

Cuando era pequeño me explicaron un símil en clase de Naturales (lo que hoy llaman Conocimiento del Medio) para aproximarnos a las edades geológicas de la Tierra: "Si el tiempo de existencia de la Tierra fuese equiparado a nuestro año natural, la existencia del hombre ocuparía el último segundo del último minuto del 31 de diciembre".

Quiere decir, que para nuestro planeta no somos sino una pequeña y molesta plaga pasajera. Cuando todos hablan del fin del mundo, la frase en sí es errónea ya que suele referirse al final de la humanidad, esa raza de seres que puebla y destruye el equilibrio natural de las cosas.

Películas como "2012" o todas las profecías del final de los tiempos, se reducen a la eliminación de la humanidad de la faz del planeta, el cual seguirá viviendo muchos siglos después que nosotros hayamos desaparecido y seamos polvo cósmico. Estamos de paso por el planeta, como lo estuvieron los dinosaurios hasta su extinción.

Este aspecto temporal que ocupa hoy mi mente también marca mi reflexión sobre la vida en otros planetas, ya que, si tenemos en cuenta que de toda la vida geológica de la Tierra, nosotros ocupamos una pequeñísima parcela, ¿Por qué la vida inteligente en otros sistemas ha de ser contemporánea a la Humanidad?

En un universo del que no conocemos fin, con miles de galaxias y sistemas solares, alguna vez me he planteado la posibilidad real de vida inteligente en otros planetas. Muchos lectores de ciencia ficción como yo se han hecho la misma pregunta y han imaginado las posibilidades de entrar en conexión con esa otra forma de vida. Incluso la NASA ha lanzado varias naves al espacio con contenidos de nuestra cultura y nuestra civilización, por si en ese viaje sin destino, la información pudiese llegar a otros seres inteligentes como nosotros. Carl Sagan (famoso por presentar y dirigir el programa televisivo COSMOS) fue uno de los pioneros del programa SETI, mediante el cual se teoriza y se trabaja con la posibilidad de recibir mensajes del espacio exterior por medio de señal de radio de banda estrecha.

Pero en estos planteamientos se nos escapa una variante importante... el tiempo, ya que teorizamos con la posibilidad de que las razas inteligentes que puedan poblar nuestro universo sean contemporáneas a nosotros.

Los cuerpos planetarios tienen una duración temporal, en base a su órbita en torno a una estrella. Quiere decir que nuestro planeta no siempre estuvo en condiciones de albergar vida, y que tardó millones de años en acoger vida inteligente.

Al igual que nuestra Tierra, en el resto de planetas es posible que pueda existir vida. Pero la posibilidad de que existan seres inteligentes en este momento en el universo se ve reducida, si tenemos en cuenta que los planetas no tienen porque reunir las condiciones propicias de vida en el mismo periodo de tiempo. De hecho, es posible que las condiciones de vida se hayan dado en otros planetas de lejanas galaxias cuando la Tierra se estaba formando, o se den cuando nuestro planeta termine destruido con la muerte del sol.

De hecho, aunque se diesen las condiciones para que coexistiesen simultaneamente dos razas de seres inteligentes, las distancias que existen entre galaxias hacen casi imposible el contacto entre entes de distintos planetas. Si tenemos en cuenta que un año luz es la distancia recorrida por la luz en un año, es decir, 9.460.000.000.000 kilómetros, y que de las galaxias más próximas nos separan varios millones de años luz, la tecnología para poder superar dicha distancia sobrepasa enormemente la vida de cualquier ser humano. El sueño de contactar con otros seres inteligentes se hace terriblemente lejano e imposible.

Otro asunto será cuando el hombre descubra alguna ley sobre la manipulación del tiempo o formas de recorrer esas distancias mediante atajos que obedezcan a leyes naturales o cósmicas que aún desconozcamos.

Mientras tanto, seguiremos centrados en nosotros mismos y en nuestros problemas cotidianos, esos que tanto nos agobian y que dentro de un siglo a nadie importarán.

lunes, 18 de julio de 2011

Rutina

Haces una lista de la compra, tras darte cuenta que se ha terminado la leche y los yogures.

Coges tu coche y te diriges a un supermercado. Vas mirando calle por calle del comercio, metiendo los artículos que necesitas (y algunos más que no están en la lista) en un carro.

Tienes variedad para elegir: Seis tipos de atún en conserva, varios tipos y marcas de arroz, distintos tamaños y precios de huevos, una calle completa de chacinas, otra de carnes perfectamente envasadas, frutas de todo tipo...

Luego vas a la caja, pasa tu tarjeta y te llevas la compra a casa. Y fue en el momento de estar en la caja, cuando me acordé de Sandra Maritza.

Sandra vive en San Ramón, un poblado de menos de 400 personas del departamento de Liure (municipio El Paraíso, en Honduras):
Mi familia trabaja unida: tíos, abuelos, padres… Se dedican a la siembre y el cultivo de maíz, frijoles, ayotes, ananás y maicillo. Esto nos sirve de alimentación en nuestros hogares” ...
nos contaba en una de sus cartas, en noviembre de 2008.

Para Sandra es una utopía que exista un lugar que SIEMPRE ESTÁ LLENO DE COMIDA, para que el que llegue con dinero la pueda coger y se la lleve (tras pagar). Ella y su familia viven en medio de una arboleda a muchos kilómetros de cualquier vestigio de supermercado o gran superficie. Sus padres y vecinos dependen de las cosechas para subsistir. Y cuando digo subsistir no me refiero a ganar dinero, sino a comer, ya que el sueldo de estos trabajadores no llega a las 900 lempiras (unos treinta euros).

Si el tiempo no les es propicio (épocas de fuertes lluvias e incluso huracanes, por ejemplo, el Mitch), no sólo no van a cobrar, sino que les va a faltar los cinco alimentos con los que subsisten.

Ahora mira a tu alrededor y piensa en esa comida que no te gusta, o vete al frigorífico y abre el cajón de los helados, o busca en el mueble de las galletas y dulces.

Vamos al supermercado y nos traemos MUCHO MÁS DE LO QUE REALMENTE NECESITA NUESTRO CUERPO, mientras Sandra va creciendo con importantes ausencias nutricionales,

Y aún así, tiene alegría suficiente para transmitir en cada carta y hacerte sentir importante, porque ayudas a su poblado con algo menos de lo que gana su padre en el mes.

Es cierto que el mundo está mal repartido, pero no es menos cierto que es muy fácil culpar a los gobiernos para lavar la conciencia y seguir con nuestra rutina.

jueves, 23 de junio de 2011

Lecciones

El otro día mantuve una conversación con una vecina, y un detalle que comentamos sobre la educación de los hijos me hizo reflexionar.

Su hijo, hace algunos años, se sentía desplazado y marginado porque era el único de sus amigos que no tenía móvil.Y resulta que esta situación es un mal endémico desde siempre. Recuerdo que a mi sobrino le llamaban "pobre" sus amigos (en los noventa) porque no tenía unas zapatillas Nike, y ésto suponía una humillación para el chaval. Yo mismo, en mi adolescencia (en los ochenta), fui tachado de "antiguo" porque no estaba al día de las novedades musicales y no tenía los discos de los grupos de la época, o por usar vaqueros que no fueran Lois.

En cada generación, la sociedad de consumo impulsa en la juventud valores para medir la popularidad de los jóvenes. Y siempre aparece el listo del grupo que tiene acceso a lo último, avasallando al que no lo tiene. Suele ser el que marca la pauta de la pandilla y el que pone el listón y las condiciones para ser aceptado y formar parte del mismo.

No siempre sucede de forma jerárquica, ni lo expresan como situación de mando militar. Es más bien, una norma no escrita que se refleja en frases cliché y lenguaje corporal: "Vamos, me vas a decir que tu padre no te puede comprar un X" o "¿Cuándo van a comprarte un X?" , y sustituye la equis por el artículo que el joven, líder de la manada, marca como necesario para "estar al día" (móvil, portatil, moto, tatoo, carnet de conducir... o en otros tiempos, un disco de música, unos Levis, etc.).

Además, hoy día, existe la corriente paternal de adaptarse a estas normas de grupo, también con frases cliché conocidas: "¿Cómo no va a tener mi hijo un X como el de los demás?", sustituyendo la X por cosas como una Comunión, un ordenador, un viaje a Disneyland, etc. Aunque esos padres se tengan que embarcar en deudas que superen sus posibilidades económicas, se doblegan a la norma consumista de "no ser menos que el vecino".

Y ¿qué mensaje le estamos mandando a l@s niñ@s y jóvenes?

Esta actitud, más o menos generalizada, lleva un mensaje subliminal que el chaval capta: "Tengo derecho a tener lo que yo quiera". Y ese mensaje empieza a ser norma de vida y exigencia de los adolescentes.

Este hiperpaternalismo impulsado por el motor de la envidia, está llevando a los jóvenes a una situación de depresión e insatisfacción constante ante la vida. Porque, no nos equivoquemos, en la máxima "¿Cómo no va a tener mi hijo tal cosa?" no está primando la necesidad del niño, sino la inquina premura de no sentirse inferior a los demás por no poseer o acceder a ciertos bienes materiales.

Sin embargo, estos padres no llegan a comprender que el tener las cosas no conlleva la plena satisfacción. La paternidad condescendiente que hace darle a sus hijos todo lo que piden (incluso lo que no piden, pero que otros tienen) lleva a un estado de confusión en la mente de los chavales, debido a que más tarde, la vida y la misma sociedad, se encarga de enseñarte "por las malas" que nadie posee todo lo que quiere. El que ansía la posición del que tiene dinero no sabe cuales son las condiciones de poseerlo, ni piensa que el más billonario del mundo suele ansiar cosas que no tiene (amistad sincera, salud, intimidad, anonimato o cualquier bien inmaterial que no compran todos sus millones).

Nadie, en esta sociedad consumista, tiene todo lo que quiere. Y cuanto antes se aprenda la lección, más fácil será asimilarla y descubrir las consecuencias derivadas de la misma. Pero la actitud hiperproteccionista de los padres del siglo XXI está llevando a que sus hijos no aprendan esta lección. Y cuando los chavales tienen que asumirla, no comprenden por qué es así, lo que les lleva a un estado de apatía y depresión que los lleva al conformismo y a la reclusión social.

No tener todo lo que uno quiere no es negativo ni malo. Lo importante es saber sacarle fruto a lo que se tiene y disfrutar con ello. Dice una frase popular que "No es más feliz el que tiene lo mejor, sino el que hace lo mejor con lo que tiene", y, en definitiva, ésta es una de las premisas de la vida para alcanzar un estado cercano a la felicidad suprema.

Hoy día se tiende a vivir como marqueses, siendo asalariados. Y a gastar a largo plazo, para obtener todo tipo de bienes materiales (a veces innecesarios) que suelen durar menos de lo que dura la deuda.

Hay que aprender a SER y no a TENER, ya que el SER y el SABER abren muchas puertas que el TENER no es capaz de abrir. Cultivar valores desde pequeños como la responsabilidad, o descubrir los beneficios del sacrificio (no como martirio, sino como la capacidad de privarse uno mismo de bienes inmediatos para conseguir bienes futuribles) son valores hoy en desuso. La inteligencia del ahorro o de la buena administración, a la par de la enseñanza en el respeto hacia los demás, son normas básicas para alcanzar la felicidad que no se practican.

Y estas lecciones no aprendidas nos llevan a problemas que se vuelven irresolubles, como la desilusión de la juventud, las depresiones, la ruptura de familias o la sensación de vivir sin sentido, esperando a una muerte inexorable, momento en el cual nos plantearemos qué hemos hecho con nuestra vida y qué legado dejamos a los que vienen detrás, en un intento desesperado de arreglar lo que se pudo evitar muchos años atrás.

domingo, 15 de mayo de 2011

Chainataun

A la avenida de Marqués de Pickman de la ciudad de Sevilla bien podríamos llamarla "Avenida de la dinastia Ming", o avenida "Hiro-Hito", ya que la morfología de su linde derecho ha cambiado hasta convertirse en lo que se ve en las fotos.

¿Invasión o Globalización?









lunes, 18 de abril de 2011

Adicción

Cada vez más personas se acercan a la red a descubrir sus múltiples usos. Y cada vez más personas descubren las posibilidades de poder expresar ideas a través de un blog. Un blog es una herramienta interesante, siempre y cuando se use con inteligencia (como todo en esta vida).

Cuando yo escuché hablar de esto de los blogs a mi sobrino, me sorprendí de que lo que él escribiese le interesase a tantas personas del mundo. Me habló de las visitas que tenía, y ello me animó a desarrollar uno propio. Decidí escribir sobre una de mis pasiones (el mundo del cómic) y, asimilando los datos básicos que necesitaba para construir el blog a mi gusto, emprendí la aventura de escribir en la red.

Al principio tan sólo me sentaba al ordenador para ordenar datos que discurrían por mi cabeza: Cronologías de personajes, algunos vídeos sobre series de dibujos antiguas, galerías de imágenes, etc.
Y con ello, comencé a recibir las primeras visitas, y, mientras más escribía, más visitas recibía el blog. Gente del resto de España, de Sudamérica, de Norteamérica, de Francia, de Italia... Empecé a hacer crítica de películas estrenadas, y las visitas crecían, además de los comentarios de todo tipo.

Fue entonces, cuando me sobrepasó el asunto. Pensaba a diario qué escribir en el blog, me agobiaba por que no había tenido tiempo de leerme ciertas sagas para poder comentarlas, Leía noticias en distintos portales que no me daba lugar a analizar... Y la presión me llevaba a dedicar muuuuucho tiempo al blog, tiempo que le restaba a la familia, a los amigos, y a otras responsabilidades de la vida. Mi mujer me llamaba para la comida y aparecía cuando ella había terminado, obligandome a mí mismo a comer sólo, un plato de comida fría, sin nadie con quién compartir ni charlar. Ya no leía cómics por placer, los leía por obligación, llegando a leerme verdaderas bazofias, con tal de comentarlas en el blog... Y entre leer todo lo publicado, estar al día de las noticias mundiales y escribir largos artículos, se me consumía el tiempo del día.

Y fue cuando decidí que tenía que parar.

Deje de escribir un tiempo (aprovechando unas vacaciones en la playa), y al cabo de una semana volví a escribir, pensando que este periodo de desconexión me ayudaría a relativizar y priorizar.

Error.

En menos de otra semana volví a la borágine en la que estaba sumido antes de desconectar, ya que durante el tiempo de playa, nuevas ideas habían acudido a mí, para poderlas en práctica en mi blog. Y volvieron las comidas solitarias y frías, volvieron las desatenciones y volvió la presión de estar 25 horas pensando en los cómics. Inclusive dejé de atender el teléfono, "porque me robaba tiempo para poder atender el blog".

Pero una noche me desperté soñando que ESTABA ESCRIBIENDO EN EL BLOG. Fue entonces cuando me di cuenta del grave problema de adicción que padecía.

Necesitaba poner distancia entre el blog y yo. Necesitaba priorizar en mi vida y analizar desde una distancia lo que me estaba sucediendo. Necesitaba VOLVER A VIVIR AL MARGEN DEL BLOG.

De manera que comencé a reutilizar mi tiempo en otros asuntos. Algunas veces era dar un paseo cuando me disponía a sentarme en el ordenador. Otras veces era apagarlo y sentarme junto a mi esposa. Incluso echarme una siesta.

Al tiempo retomé la costumbre de escribir, pero ahora lo hago de forma distinta, teniendo en cuenta una sóla máxima... ESCRIBIR CUANDO ME APETEZCA.

El blog debe ser una herramienta más para el esparcimiento y el entretenimiento personal. Cuando rebasamos estos límites y comenzamos a robar tiempo a otras actividades de la vida en pos de dárselo al blog, mala dirección estamos tomando.

Hoy día escribo tres o cuatro veces en el mes (algunas veces llegó a escribir una vez por semana), con la simple y llana intención de exprimir mi gramática, aprender a cuidar un texto y satisfacerme a mí mismo cxon un artículo de opinión sobre uno de mis hobbies.

Y todo ésto lo confieso en este otro blog, que un día abrí para ver como funcionaba Blogspot (mi blog de cómics es de Wordpress), y al que no le he dado publicidad, para experimentar lo que es escribir mis pensamientos sin necesitar de la presión de saber que pueda haber personas al otro lado de la pantalla, y en el que las visitas son mínimas.

No sé si mis palabras llegarán a alguien a quien le puedan interesar. No sé cuándo las podrá leer alguna persona a las que le puedan aprovechar mis reflexiones. Pero no me importa. Escribo cuando me apetece escribir, o cuando quiero exteriorizar mis pensamientos, sin más ambición que la de expresarme y sentirme bien por ello.

domingo, 20 de marzo de 2011

Amigos y conocidos

Hay personas en este mundo que confunden la gimnasia con la magnesia, o, dicho en términos más locales, mezclan el tocino con la velocidad. Y escribo ésto, porque hay quien no sabe distinguir entre amigo y conocido.

Son muchas las personas que nos rodean a diario: en el trabajo, en la vivienda, en las asociaciones, en las grandes superficies... Muchas de ellas pasan por nuestro lado sin que las vidas de ellos y las nuestras terminen por tocarse.

Pero si existe un buen número de seres con los que establecemos contacto:
  • El vecino que te saluda y mantiene contigo una pequeña conversación intrascendente
  • El que hizo la mili contigo, o estudió en tu colegio, o te vendía el pan en tu barrio, y con el que cruzas un saludo más efusivo.
  • La persona que a diario ves salir del bloque de enfrente, o el que trabaja en el edificio contíguo al tuyo.
¿Son amigos? No. Son conocidos hacia los que nos une un lazo de educación y con quien podemos mantener una charla amable, entretenida y agradable.

Sin embargo, hay personas que insisten en tildar de amistad lo que es una simple relación de educación. ¿Qué ocurre cuando no se sabe distinguir entre amigo y conocido? Pues que se le exija al conocido obligaciones que no le corresponden.

Esas personas que no saben establecer un círculo de confianza para discernir quien es amigo, suelen experimentar situaciones que les dañan, debido (en gran parte) a que recurrieron a solicitar favores o a esperar reacciones de personas con las que tan sólo mantienen una relación de "conocidos".

  1. Amigo es esa persona que sabe qué necesitas sin que se lo pidas. El conocido, probablemente, no es consciente de tu necesidad, por lo que es un error "exigirle" comprensión sobre tu problema.
  2. Amigo es esa persona que no necesita hablar contigo para saber lo que piensas. El conocido necesita preguntarte por tus pensamientos, por lo que no puedes sentirte molesto cuando lo haga.
  3. Amigo es esa persona con el que no cuenta el paso del tiempo. Has podido no verlo ni saber de él en años, pero cuando te lo encuentras, parece que fue ayer vuestra última conversación. El conocido justifica su desconocimiento de tí basándose en el espacio de tiempo transcurrido desde que te vió.
  4. Amigo es el que te escucha. Conocido es el que habla sólo de  él.
  5. Amigo es el que te acepta tal y como eres, con todos tus desaciertos y fallos. El conocido no tiene por qué convivir con tus errores ni aceptarte como eres.
  6. El amigo no se compra ni se mueve por interés, ni lleva cuenta de las cosas que hiciste por él o las que él hizo por ti. El conocido tiende a ajustar las cuentas.
 No obstante, todavía hay quien se acerca a una persona, cruza dos palabras con ella y, si esta persona representa un mínimo de prestigio profesional o reconocimiento público, ya va contando por ahí que es su amig@.

En esta vida es muy fácil tener muchos conocidos, pero tremendamente dificil encontrar amigos. Muchas relaciones diarias no soportan el tamiz de la amistad.

Si quien dice ser amigo tuyo, te exige de cualquier forma o manera, no es tu amigo. La amistad es un impulso interno que es propulsado por el amor.
  • Si soy amigo, soy yo quien debo tener el deseo de compartir. 
  • Si soy amigo, soy yo quien me reprocho las veces que le fallo. 
  • Si soy amigo, soy yo quien tomo la iniciativa para escuchar.
  • Si soy amigo, soy yo el primero en perdonar.
  • Si soy amigo, soy yo el que busca tiempo.
  • Si soy amigo, soy yo el que evita las excusas.
  • Si soy amigo, soy yo el que olvida los fallos del otro.
  • Si soy amigo, soy yo el que se alegra de verte.
  • Si soy amigo, soy yo el que necesita dar.
Con aquellas personas con las que puedas cumplir mutuamente estos preceptos, son con los que realmente te une una amistad.

jueves, 24 de febrero de 2011

La dignidad

Hace unos años, tuve la ocasión de ponerle precio a mi dignidad. Y no lo hice.

Ser transparentes para poder reflejar la belleza
Regentaba un negocio que tuve que cerrar (por cuestiones ajenas al mismo) y empecé a liquidar las mercancias. Muchas de las mercaderías habían sido vendidas y no cobradas (me topé con varios clientes que no me pagaron), por lo que después de clausurar el negocio me quedaron deudas por solventar.

Pedí tiempo para rehacer mi economía y poder pagar y me fue concedido (con el consiguiente aumento de la deuda en concepto de gastos de renegociación). Pero los vientos no me fueron todo lo favorables que necesitaba, por lo que recurrí a solicitar un préstamo personal y liquidar mis obligaciones.

Una de las personas que confiaron en mí para poner en marcha el negocio, cuando liquidé su deuda (realizando un gesto que agradezco) me dijo: ¿Vas a pagarme también los gastos de renegociación? ¡Eso no lo paga nadie! A lo que le contesté: ¿A quién molestaran si yo no pago esos gastos? El me respondió: A mi.

Y mi única respuesta fue: Tú confiaste en mí y no tengo necesidad de ponerte en evidencia ni causarte problemas por 100.000 ptas. más.

En ese momento comprendí que, de haber accedido a su "favor", mi dignidad y credibilidad como persona hubiese quedado establecida en ese importe metálico.

"Vales tanto como tu palabra" es una frase que me impresionó hace años. Y es una verdad contundente.
Cuando una persona, por salvar su credibilidad, jura por lo más sagrado (a sabiendas que lo que mantiene es una mentira o una calumnia), acaba de poner precio a su dignidad, y, por consiguiente, a su credibilidad.

Antiguamente, los negocios se cerraban con un apretón de manos, y la palabra de un caballero era garantía de efectividad.

Hoy día, en nuestra sociedad comandada por las palabras, éstas mismas no son índice de garantía para nada.
Muchas personas mienten y calumnian con tal de aparecer como infalibles y fiables. Y temo encontrarme con alguien que asegure algo "jurándomelo por sus difuntos", ya que es un término que me suele indicar poca fiabilidad y, por supuesto, nada de dignidad.

Una experiencia reciente ha motivado esta reflexión. Alguien a quien apreciaba, ha afirmado (jurando "por su madre difunta") algo que sé de primera mano que es una calumnia hacia una persona a la que estimo.
Y lo sé porque estuve presente en la conversación. Escuché lo que esa persona dijo hace unos años, y ahora, este personaje jura que la otra persona dijo lo contrario. Y todo para encubrir los errores cometidos en una actuación.

Como comentaba al principio de la reflexión, este personaje le ha puesto precio a su dignidad (una calumnia y una mentira) y ha anulado su credibilidad, causando un daño moral hacia una persona íntegra.

Si valemos tanto como nuestra palabra, tendremos que cuidar QUÉ decimos y CÓMO lo decimos. Y cuidado, que ya lo dice el refrán: "Se coje antes a un mentiroso que a un cojo".

martes, 11 de enero de 2011

La sinceridad

En esta sociedad de valores "light" y de posiciones politicamente correctas, hay muchas personas que se autodefinen como sinceras. Mejor dicho, se escudan en una sinceridad extrema.

Es habitual escuchar a muchas personas comentar: "Yo es que soy muy sincero" con el ánimo de justificar algún/os desliz/ces. Y la frase es más recurrida, cuanto más conciencia del daño que se ha causado se tiene.

Y yo me pregunto ¿Puede la sinceridad justificar cualquier palabra que salga de nuestra boca?

Sé que esta actitud nace de la necesidad de muchos de no ser etiquetados de "traidores"o "falsos". A nadie le gusta que se interpreten sus acciones o palabras como muestra de doble intencionalidad. De hecho, se suele rehuir de esa doble intencionalidad (o por lo menos, quiero pensar que es así habitualmente). Y este miedo al "que pensarán de mí" hace que se promulgue una sinceridad, sobre todo valor, delante de las personas que nos oyen.

En mi reflexión de hoy, quiero crear una imagen plástica más comprensible para que se entienda mi postura sobre este asunto tan espinoso y voy a recurrir a un símil automovilístico:

Cuando vamos a comprar un coche ¿Nos fijamos únicamente en la potencia del motor? Es lógico pensar que antes de la adquisición de un vehículo, en el que tenemos que depositar la confianza de nuestras vidas, valoraremos su potencia, pero también tendremos en cuenta otras características que refuercen esa potencia.
Quiero decir, que potencia sin seguridad posiblemente nos lleve a que un accidente a alta velocidad nos cueste la vida, en lugar de daños menos importantes. Pero mirar la potencia sin mirar el consumo de combustible nos puede llevar a una herida profunda en nuestra economía doméstica. Al igual que mirar la potencia sin valorar el confort que nos pueda ofrecer, puede llevarnos a daños en nuestra espalda.

En definitiva, la potencia por sí sola no es un valor que pueda suplir nuestras necesidades si no va acompañada por otras características, las cuales hacen que esa potencia se convierta en un valor mayor.

Con la sinceridad ocurre lo mismo.

¿Depositarías tu amistad en una persona que justifique todos sus errores con la sinceridad? Al igual que con el coche, la sinceridad necesita de unas dosis de TACTO, de unas gotas de SOLIDARIDAD y una gran cantidad de PRUDENCIA.

Si yo puedo decir lo que pienso sin tener en cuenta el daño que mis palabras pueden producir, la sinceridad se transforma en IMPRUDENCIA, y, posiblemente, fomente el que las personas huyan de mí.

No es cuestión de callar, es cuestión de saber CUANTO hay decir, COMO hay que decirlo, CUANDO decirlo y a QUIEN decirlo.

Cuando se juegan con estos cuatro parámetros, la sinceridad nos hace grandes, nos convierte en mejores personas, y nos ayuda a meternos en la piel del otro, utilizando la SOLIDARIDAD. Cuando no es así, nos convierte en charlatanes egoístas y egocéntricos, que anteponen su necesidad de decir cosas a los sentimientos de los afectados.

Pobre de aquel que sólo pueda ofrecernos sinceridad.